Después de la alopecia androgenética, que analizamos en el artículo anterior, el efluvio telogénico es la alopecia más frecuente. En realidad, no se trata de una sola alopecia, sino de una serie de factores que interrumpen el ciclo folicular normal. Esto provoca que los folículos que están en fase anágena o de crecimiento no completen su fase y se induzca la fase telógena o de caída, desencadenando una caída del pelo muy intensa a los 3 o 4 meses de producirse dicha interrupción del ciclo capilar.
Por Paloma García Mediero
Licenciada en Farmacia
Formadora de tratamientos capilares estéticos
Directora Técnica de Laboratorios Kapyderm
Los factores más habituales que originan el efluvio telogénico son el cambio de estación (caída estacional), el estrés, la depresión o la ansiedad (caída emocional), una mala alimentación (carencial), un postparto, etc. Casi cualquier factor puede interrumpir el ciclo folicular normal haciendo que el pelo se caiga de una forma aguda. Cuantos más factores coincidan, más importante será la caída.
Dicha caída se manifiesta como una pérdida generalizada y muy llamativa del cabello por todo el cuero cabelludo, de forma que podemos ir encontrando cabellos aislados o pequeños mechones en la ducha, la almohada o la ropa. La caída es todavía más alarmante cuando el cabello que se cae es oscuro y largo, ya que éste es mucho más visible que uno corto y rubio. Si suponemos que, normalmente, cada persona pierde a diario unos 100 cabellos aproximadamente, en estos casos la cantidad que se cae al día es notablemente superior. Suele ser más llamativa en mujeres que en hombres, y suele ser reversible si se trata a tiempo, aunque a veces se cronifica, pudiéndose perder densidad capilar de forma alarmante.
Contrariamente a lo que se cree, lavarse el cabello no provoca una caída, ni cortárselo supone un crecimiento más fuerte, aunque en ocasiones sí se recomienda el corte del cabello para evitar un excesivo sufrimiento emocional de la persona que padece el efluvio telogénico.
El dermotricólogo debe saber la causa o causas que están provocando dicha caída del pelo, y para ello debe preguntar por sucesos o cambios que hayan sucedido en la vida de la persona al menos tres meses antes de notar la pérdida de cabello, pues es lo que el pelo tarda en desprenderse y caerse una vez que el ciclo capilar se ha interrumpido y se ha establecido la fase telógena o de caída. Una vez que se han establecido las posibles causas que provocan este trastorno se establecerá un plan de salud personalizado dirigido a regenerar el cabello perdido y evitar la cronificación de la alopecia.
La alopecia areata
Conocida ya en épocas anteriores a nuestra era, la areata es otra alopecia que causa una gran preocupación en aquellas personas que la padecen por lo impredecible de su evolución, ya que puede durar pocos meses y recuperarse sin problemas o puede ir avanzando hasta la pérdida total del cabello (alopecia total) o incluso de todo el vello corporal (alopecia universal).
La alopecia areata se caracteriza por la aparición de placas alopécicas de piel lisa y brillante, más o menos ovaladas, de diverso tamaño y número (focal o multifocal) en cualquier zona pilosa del cuerpo, aunque es más evidente en el cuero cabelludo, las cejas o la barba, tanto en hombres como en mujeres. Puede aparecer a cualquier edad, pero es más habitual entre los 20 y los 40 años. Las placas pueden confluir unas con otras y progresar hasta perder la totalidad del cabello (alopecia total) e incluso puede llegar a perderse todo el cabello corporal, siendo en este caso irreversible (alopecia universal).
Se engloba dentro de las enfermedades autoinmunes, siendo el propio sistema inmune quien destruye el folículo piloso y siendo, por tanto, el causante de la pérdida de pelo. Si la destrucción afecta a una estructura folicular llamada protuberancia, la areata se cronifica y el cabello no vuelve a salir. El motivo por el que el sistema inmunitario se desordena y “ataca” a los folículos pilosos se desconoce, pero intervienen diversos factores, como la respuesta autoinmunitaria localizada al folículo piloso, desencadenada por la interacción de factores genéticos ya comprobados con otros, como los infecciosos y psicológicos, en el que se incluye el estrés. El papel del estrés como precipitante de la alopecia areata se ha analizado en diferentes estudios. La investigación se inició en 1957 con 42 casos estudiados y tratados con psicoterapia por Reinhold, quien encontró que el 23 % de los pacientes había experimentado un evento emocional importante o de ansiedad previo al inicio de esta enfermedad, el cual actuó como precipitante. Desde entonces, se han realizado diferentes estudios para relacionar los fenómenos de estrés con la aparición de alopecia areata.
El diagnóstico de la areata es sencillo al detectar las placas alopécicas con piel lisa y brillante en su interior. No obstante, el dermotricólogo debe usar la microcámara para poder visualizar el estado de los bulbos (ya que al tratarse de un proceso inflamatorio, estos resultan dañados en su base, adquiriendo forma de signo de exclamación) y saber si el proceso está remitiendo o, por el contrario, progresa hacia formas más importantes de la enfermedad.
Es importante señalar que, ante cualquier indicio de pérdida de pelo, se debe acudir inmediatamente a centros dermotricológicos Kapyderm, donde los profesionales harán una evaluación completa y se establecerá un plan de salud personalizado.
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