Las frases que más se escuchan en una peluquería según los peluqueros

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Hay una serie de frases que, si trabajas en una peluquería, podrías recitar incluso dormido. Son esas peticiones, dudas o comentarios que se repiten semana tras semana y que forman parte del folclore del salón. Algunas nos hacen sonreír. Otras, directamente, nos desconciertan. Pero todas nos recuerdan lo mucho que los clientes confían en nosotros (aunque a veces no sepan bien lo que quieren).

Hemos preguntado a varios profesionales qué frases han escuchado más veces durante su carrera. Y sí: hay coincidencias que parecen universales.

El cliente que quiere lo imposible (pero sin arriesgar)

Raúl, estilista de la firma Rizos, ha recopilado algunas de sus favoritas.

A eso se suman otras peticiones que requieren de traducción simultánea:

“Córtame tres capas”

(¿una encima de otra?).

O el ya clásico

“Me gustaría el corte que me hiciste la penúltima vez”

Las dudas de siempre (aunque llevemos años en esto)

Miguel García, fundador de La Niña Bonita, nos cuenta que hay frases que se repiten generación tras generación:

“¿Me va a quedar bien?”

“¿Cuánto me va a durar?”

«No» me ha quedado igual que la chica de la foto…”

También están los que llaman de última hora con la esperanza de que les hagas un huequito entre cliente y cliente:

“Pero no tienes un hueco? Es solo cortar un poco y algo de color, como unas mechas blancas…”

Y cómo olvidar a quienes infravaloran su melena:

“¡Qué poco pelo tengo!”

dicen, mientras tú luchas por desenredar una masa capilar de campeonato.

Detrás de cada frase, una intención

En realidad, todas estas frases, por surrealistas o contradictorias que parezcan, esconden un deseo común: verse bien, sentirse seguros, confiar en las manos que los atienden. Aunque el lenguaje sea impreciso y las peticiones cambien con cada visita, los peluqueros desarrollan una intuición casi mágica para traducir intenciones, asesorar con honestidad… y, en no pocas ocasiones, improvisar soluciones en tiempo real.

Y es que a veces las clientas no quieren un tono concreto, sino que “el color me guste con la luz de mi casa”, o directamente piden “unas mechas color lluvia dorada”. Peticiones poéticas, ambiguas y prácticamente imposibles de reproducir en una carta Pantone. Pero precisamente ahí está el encanto del oficio: interpretar emociones más que palabras, y transformar deseos abstractos en resultados visibles, tangibles… y felices.

¿Quién dijo que este oficio no requiere también dotes de intérprete?

Soy peluquera y estos son los cortes más raros que he hecho