Alopecia frontal fibrosante: causas, síntomas y tratamientos

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Qué es la Alopecia frontal fibrosante

Durante los últimos años, la alopecia frontal fibrosante (AFF) se ha convertido en una de las consultas más frecuentes en dermatología capilar. Aunque es una forma de alopecia cicatricial, su avance silencioso y su impacto estético —especialmente en mujeres— hacen que cada vez más profesionales del cabello busquen comprender mejor esta patología para orientar y acompañar a sus clientas desde el salón.

¿Qué es la alopecia frontal fibrosante?

La alopecia frontal fibrosante es un tipo de alopecia cicatricial de origen autoinmune que cursa con una pérdida progresiva del cabello en la zona frontal, las patillas y sienes, provocando una retracción de la línea de implantación”, explica el Dr. Leone, de Hospital Capilar.

Esta retracción —que puede ir acompañada de pérdida de cejas y vello corporal— se debe a la destrucción irreversible de los folículos pilosos. Es una enfermedad crónica que afecta sobre todo a mujeres postmenopáusicas, aunque también puede aparecer en hombres.

Un proceso autoinmune y multifactorial

En la alopecia frontal fibrosante, el sistema inmunitario ataca los folículos pilosos al reconocerlos erróneamente como tejidos extraños. Este ataque produce una inflamación crónica que daña de forma irreversible la raíz del pelo, generando una cicatriz en el cuero cabelludo.

Se trata de una enfermedad autoinmune con posibles componentes genéticos y hormonales”, explican desde Hospital Capilar. “A diferencia de la alopecia androgénica, que afecta a toda la cabeza, la frontal fibrosante se centra en la línea de implantación”.

Cómo identificar la alopecia frontal fibrosante

Signos visibles y síntomas iniciales

En fases tempranas, la alopecia frontal fibrosante puede confundirse con una simple recesión capilar o con una alopecia androgénica. “La clave está en una evaluación minuciosa”, indica el equipo médico de Svenson.

“Clínicamente observamos una línea frontal retraída de aspecto uniforme y una piel lisa o atrófica, donde los orificios foliculares están ausentes. Un signo muy característico es la pérdida parcial o total de las cejas”, explican.

El Dr. Leone añade que la paciente puede notar “picor, enrojecimiento o inflamación en la zona afectada, además de una frente más ancha o cambios visibles en la forma del nacimiento del pelo”.

Diagnóstico: del examen visual a la tricoscopia

El diagnóstico debe realizarlo siempre un especialista en salud capilar. “La tricoscopia —una técnica que permite examinar el cuero cabelludo con aumento— resulta decisiva”, destacan desde Svenson.

Permite detectar signos microscópicos de inflamación y valorar si el proceso está activo o inactivo. En algunos casos, se complementa con una biopsia del cuero cabelludo para confirmar la presencia de fibrosis o inflamación residual.

Diferencias entre la alopecia frontal fibrosante y otros tipos de alopecia

Mientras que la alopecia androgénica afecta a amplias zonas de la cabeza (coronilla, línea de peinado o zona difusa), la frontal fibrosante se localiza en la línea de implantación.

Además, la textura de la piel ayuda a distinguirlas: “en la alopecia fibrosante, la piel es lisa, sin poros foliculares visibles, y suele haber pérdida de cejas; en la androgénica, la piel conserva su textura y el cabello se miniaturiza, pero no desaparece del todo”, explica el Dr. Leone.

Por eso, ante cualquier retracción visible del nacimiento del pelo, es esencial derivar al paciente a un dermatólogo capilar para un diagnóstico preciso y precoz.

Tratamientos médicos para frenar la alopecia frontal fibrosante

Control de la inflamación: primera línea terapéutica

Dado que se trata de una enfermedad crónica y cicatricial, no existe un tratamiento curativo, pero sí opciones eficaces para frenar su progresión.

«En primera línea empleamos corticoides, tanto tópicos como infiltrados, para controlar la actividad inflamatoria”, explica el equipo de Svenson.

También se utilizan inmunomoduladores tópicos, como el pimecrolimus, que potencian la acción del corticoide y reducen sus efectos secundarios.

Fármacos sistémicos e innovaciones médicas

Cuando la enfermedad es más activa, puede ser necesario recurrir a medicación oral: doxiciclina, antipalúdicos como la hidroxicloroquina o, en mujeres posmenopáusicas, inhibidores de la 5α-reductasa (dutasterida o finasterida).

En casos refractarios, los retinoides sistémicos y los inhibidores de JAK están mostrando resultados prometedores”, añaden desde Svenson.

Seguimiento médico y control fotográfico

“El tratamiento debe ajustarse según la evolución y el nivel de inflamación”, subraya el Dr. Leone.

Por eso, el seguimiento crónico y el control fotográfico son fundamentales: permiten detectar cambios sutiles en la actividad de la enfermedad y evitar recaídas.

Enfoque estético y terapias complementarias

Técnicas no invasivas: apoyo y confort cutáneo

Las terapias no invasivas desempeñan un papel complementario dentro de un protocolo integral.

La fototerapia LED ayuda a reducir el estrés oxidativo y mejorar la microcirculación perifolicular. La mesoterapia capilar con activos como polinucleótidos o dutasterida puede ser útil en zonas donde aún quedan folículos viables”, señalan desde Svenson.

Además, las terapias regenerativas, como el plasma rico en plaquetas (PRP), contribuyen a modular la inflamación y mejorar la calidad del cuero cabelludo, aunque no regeneran el folículo destruido.

Reconstrucción quirúrgica e injerto capilar

Solo en casos muy estables —tras al menos 18 a 24 meses sin signos clínicos de inflamación— puede plantearse un microinjerto capilar.

Antes de la cirugía se recomienda realizar una biopsia para confirmar la inactividad de la enfermedad”, advierten desde Svenson.

La técnica FUE es la más utilizada, siempre con criterios estrictos de selección y mantenimiento de tratamiento inmunomodulador. “En manos expertas, la supervivencia de los injertos puede superar el 80 %”, añaden.

Aun así, el Dr. Leone recuerda que “existe riesgo de reactivación inflamatoria postimplante”, por lo que el control médico tras el injerto es indispensable.

Impacto emocional y acompañamiento profesional

Más allá del aspecto físico, la alopecia frontal fibrosante afecta profundamente al bienestar emocional. “La retracción de la línea frontal y la pérdida de las cejas alteran la armonía facial, lo que puede generar ansiedad y disminución de la autoestima”, explican desde Svenson.

Por eso, las clínicas abordan el tratamiento desde una perspectiva integral que combina medicina, estética y apoyo emocional. “La empatía, la comunicación clara y el acompañamiento continuado son pilares esenciales para mejorar la calidad de vida de quienes padecen esta patología”, subrayan.

Consejos para profesionales del cabello

Aunque el diagnóstico y tratamiento son siempre médicos, los peluqueros y estilistas desempeñan un papel clave en la detección temprana. Si una clienta comenta pérdida progresiva en la zona frontal o se observa una frente más amplia de lo habitual, conviene derivarla a un especialista.

También pueden ayudar ofreciendo peinados que suavicen el cambio visual y refuercen la confianza de la clienta durante el tratamiento.


Preguntas frecuentes (FAQ)

¿Qué es la Alopecia Frontal Fibrosante?

Es una forma de alopecia cicatricial autoinmune que provoca la pérdida irreversible de cabello en la zona frontal, sienes y patillas, con retracción progresiva de la línea capilar.

¿A quién afecta más?

Principalmente a mujeres postmenopáusicas, aunque también puede presentarse en hombres.

¿Se pude curar la alopecia frontal fibrosante?

No existe un tratamiento curativo, pero sí terapias médicas que pueden frenar su avance y estabilizar la enfermedad.

¿Cómo se diferencia de la alopecia androgénica?

La alopecia androgénica produce miniaturización del cabello, mientras que la fibrosante destruye el folículo y genera una piel lisa sin poros visibles.

¿Puede hacerse un injerto capilar?

Solo en fases inactivas y bajo control médico estricto, para evitar la reactivación de la inflamación.


La alopecia frontal fibrosante es una patología compleja que requiere diagnóstico precoz y manejo especializado. Aunque no tiene cura, los avances médicos permiten frenar su evolución y mejorar la calidad de vida de las pacientes.

El papel del profesional de peluquería es fundamental: ser observador, acompañar y orientar a la clienta hacia el especialista adecuado puede marcar la diferencia entre la pérdida irreversible y la estabilidad del cabello.