Un ingrediente poderoso y polémico en los salones de peluquería: tres expertas nos explican sus riesgos, aplicaciones y alternativas más seguras.
En un sector donde cada vez más clientas buscan melenas lisas, disciplinadas y sin encrespamiento, los tratamientos de alisado han vivido un auge imparable. Pero no todos los métodos son iguales. El hidróxido de sodio (NaOH), también conocido como sosa cáustica, sigue siendo uno de los ingredientes más eficaces —y más controvertidos— dentro del alisado químico permanente. ¿Por qué? ¿Es realmente tan peligroso? ¿Quién debería evitarlo? Y lo más importante: ¿hay alternativas menos agresivas?
Hablamos con tres profesionales del sector para entender mejor este tratamiento técnico tan potente como delicado.
¿Qué es exactamente el hidróxido de sodio y cómo actúa en el cabello?
“El hidróxido de sodio actúa como principal componente activo en un alisado permanente definitivo”, explica la peluquera Ester Tomás Monlleó, formadora y profesora de FP.
“En la primera fase, su pH alcalino abre la cutícula y rompe los enlaces de disulfuro entre las cadenas de queratina, alterando la estructura interna del cabello (pasando de queratina alfa a beta). Esta fase debe ser seguida por un neutralizante ácido, que vuelve a sellar la fibra, reconstruyendo los enlaces rotos”.
Un tratamiento altamente eficaz, sí, pero también muy exigente desde el punto de vista técnico. Ester insiste: “Solo debe aplicarse sobre cabellos muy fuertes, sanos y canosos. Nunca sobre cabellos débiles, teñidos o con restos de mechas. Y el profesional debe seguir estrictamente los tiempos y protocolos del fabricante”.
Un ingrediente con mala fama… ¿merecida?
Noelia Jiménez, estilista y propietaria de salón, lo tiene claro: “No lo utilizo en mi salón. El hidróxido de sodio es un alisador químico muy agresivo, que se emplea sobre todo en cabellos afro, y puede causar daño severo si no se aplica con conocimiento”.
Entre los riesgos más comunes que menciona:
- quemaduras en el cuero cabelludo,
- rotura capilar y
- cambios irreversibles en la estructura del cabello.
A pesar de su potencia, muchas marcas han reformulado sus productos o directamente han buscado alternativas más suaves. “Hoy existen opciones más seguras y controlables, como los alisados a base de aminoácidos o ácido hialurónico, que respetan mucho mejor la salud del cabello a largo plazo”, añade Noelia.
Química, rentabilidad y ética profesional
Para Montse Morella, directora de Morella Hair Center, la conversación va más allá del producto: “¡Ui ui ui! Parece que los peluqueros nos estamos animando con la química… y solo algunos la hemos estudiado a fondo”.
Morella, con más de 35 años de experiencia, advierte del riesgo que supone usar productos como el NaOH sin una formación sólida: “Es una contradicción que la tendencia vaya hacia lo eco y natural y, al mismo tiempo, utilicemos productos tan agresivos. El hidróxido de sodio es sosa cáustica. En contacto con cabellos decolorados o muy tratados puede destruirlos. Incluso en dosis bajas, sigue siendo un producto delicado”.
Y lanza un aviso a navegantes: “Si antes criticábamos el formol por sus vapores tóxicos, el NaOH puede ser incluso más peligroso, también para la salud del peluquero. Y si encima la clienta usa después siliconas o productos no adecuados… ¡corre! A veces la única solución tras un mal uso es la tijera. Y eso da mucha pena”.
Diagnóstico, honestidad y formación: las claves
Coinciden las tres profesionales en algo esencial: el diagnóstico previo es obligatorio. “Hay que ser muy sinceros con el cliente y asegurarnos de que nos cuente todos los tratamientos anteriores”, recuerda Montse. “El cabello tiene memoria. Si está sano y se cuida bien, se puede intentar algo. Pero si no… mucho cuidado”.
Además, el proceso técnico no termina en el salón. Como recalca Ester Tomás, “los cabellos tratados químicamente deben seguir un ritual de mantenimiento con productos cosméticos específicos, para conservar la flexibilidad y la fuerza del cabello tras el alisado”.
¿Y si buscamos otra forma de alisar?
Si hay algo que diferencia a los buenos salones es su capacidad para adaptarse al cliente sin comprometer la salud capilar. Para Montse Morella, la solución podría estar en el enfoque: “Yo te preguntaría: ¿cómo podemos hacer que nuestros clientes amen su forma natural? Lo más importante no es el producto en sí, sino dominar lo que usas, conocer sus límites y trabajar con seguridad”.
Porque al final, más allá de la química, se trata de elegir qué tipo de salón queremos ser.
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