Seis décadas de historia, dos generaciones y un nombre con solera. Costa Perruquer, hoy Ramón y antaño José, celebra este año su 60 aniversario, y lo ha hecho con una exposición retrospectiva en su ciudad, Banyoles (Gerona). Nosotros también hemos querido homenajearles con un repaso fotográfico por toda su trayectoria; que, a la vez, nos sirve para hacer un recorrido por la historia reciente de la peluquería.
El primer Costa Perruquer fue José Costa, que abrió su salón para señoras en Banyoles, Gerona, en 1961. Esta apertura, nos cuenta el segundo Costa, Ramón, fue «una revolución», porque era el primer peluquero hombre en un salón de señoras, «un fenómeno social de la época en la ciudad de Banyoles». Anteriormente, José Costa se había formado en Barcelona, había cursado estudios de cosmetología en Francia y había dirigido dos salones en la Costa Brava, así que «a principios de los 60, tenía todos los ingredientes para triunfar –opina el peluquero–.Abrió un pequeño salón en un primer piso donde ahora tenemos un macrosalón de tres pisos, y las señoras hacían cola en la escalera para que las atendieran. Se veían obligados a trabajar incluso los domingos por la mañana», nos cuenta.
«Peluquero tenía que ser»
Sin embargo, por quien hoy conocemos la firma, y quien puede presumir de haber llevado el nombre de su peluquería y de su ciudad por el mundo, ha sido Ramón Costa. México DF, Nueva York –su favorita–, Los Ángeles… Costa ha dado formaciones en diversas ciudades alrededor del mundo, ha participado en eventos de peluquería creativa y en pasarelas de moda y ha realizado y publicado sus colecciones editoriales sin dejar de trabajar cada día en su salón de siempre. Eso sí, un salón que, ahora, es mucho más grande.
«En este momento llevo 44 años en este mundo», nos dice; y, aunque en sus inicios dudó si trabajar como diseñador de interiores, «al final, de tanto ver y respirar peluquería en casa, se me contagió, y estoy muy contento de haber acertado en la elección», reconoce. Dice que estaba predestinado a ejercer este trabajo, y es que llegó al mundo directamente en una peluquería. «Parece ser que nací un sábado a las 12 del mediodía, con la peluquería abarrotada de señoras en la habitación contigua. Y mi abuela se dirigió a las clientas y les dijo: ‘Ya lo tenemos aquí, es un niño’. Peluquero tenía que ser». Él fue fiel al oficio y la clientela lo fue con él. En su caso, la tradición y el progreso han ido de la mano. «Una de las clientas que estaba ese día en el salón aún es clienta nuestra. En la actualidad tiene 105 años y aún le hacemos la permanente, el color y el secado a mano. En este momento, la habitación donde nací es una sala de estética», relata.
«De tanto ver y respirar peluquería en casa, se me contagió, y estoy muy contento de haber acertado en la elección», reconoce Ramón Costa
Optimismo y cercanía
Su secreto, su sello, dice, es tratar a cada cliente como se merece: de manera única y exquisita. Y nada de cotorreo. «En nuestras conversaciones con los clientes intentamos usar palabras agradables al oído, que creen un efecto positivo, evitando conversaciones banales y críticas a terceros». Ser optimistas, dinámicos, humildes y honestos para que los clientes salgan satisfechos del salón es su estilo en el trato. En la peluquería, «cortes prácticos para el día a día pensados para que nuestras clientas se sientan las más guapas», resume Ramón Costa. «Desde hace muchísimos años somos espectadores de las principales presentaciones internacionales, pero siempre lo adaptamos al sello de Costa Perruquer» que, dice, es sinónimo de elegancia y savoir faire.
Un orgullo de oficio
Precisamente, saber quién se es, ser fiel a un estilo propio y a nuestros orígenes, es algo que quizá solo se aprende y se valora con el tiempo. O cuando se ha visto mucho. «Desde los 16 años he asistido a todos los eventos mas importantes de París y Londres, y diferentes congresos europeos. Cuando era muy joven quedaba fascinado con todo lo que veía. Admiraba a las primeras figuras internacionales de la peluquería, la manera en la que se movían encima de los grandes escenarios con espectaculares modelos. Y, sin saber cómo, con los años me encontré trabajando en los principales eventos, codeándome con los más grandes», cuenta Costa. Será el destino, reflexiona, y también creer en uno mismo. Ahora, echando la vista atrás y haciendo, como toca en estas fechas redondas, repaso a su carrera, Costa se siente honrado: «No le puedo pedir más a este oficio, que me lo ha ofrecido todo. He conseguido lo que parecía imposible: he viajado trabajando, he llenado grandes auditorios, he conocido a muchísima gente, la prensa me ha mimado, cuidado y acompañado siempre. Y, lo más importante, he podido vivir a mi manera de lo que más me gusta: mi trabajo».
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